En la época en la que vivimos nunca ha sido tan fácil conocer cualquier cosa.

Puedes recorrer las calles de todos los países del mundo desde el sofá de tu casa.

Saber qué ocurre en China o en Australia de forma instantánea.

O qué le pasa a una persona que durante 75 días se fija una rutina estricta y exigente.

Ya no hay excusa para no conocer, pero el precio que estamos pagando como sociedad es que experimentamos menos.

Sentimos que por haber visto un documental, la información que hemos recibido ya es plena, no nos queda nada que añadir a ese matiz. Y lo cierto es que eso que dicen de que «la experiencia es un grado» es así. La experiencia añade una capa extra al conocimiento, que la parte teórica no te puede dar.

Ver fotos o vídeos de una ciudad no se puede comparar a recorrer sus calles, porque la experiencia se torna completa, actúan todos los sentidos y sobre todo el aspecto emocional.

Ver un Vlog en Youtube sobre cómo una persona hace ejercicio estricto durante 30 días y consigue un cambio positivo en su vida, no tiene ni una centésima parte de los beneficios que tendría si lo pusieses en marcha tú.

Y en Marketing muchas veces creemos que «sabemos» todo sobre nuestro público, cuando no hemos experimentado su situación. Y lo que tenemos son connotaciones teóricas de lo que supone ser como nuestro público, pero la experiencia es un grado.

Al igual que tenemos muchas más facilidades para conocer todo en el mundo, también tenemos esas facilidades para experimentarlo. No caigamos en el error de creer que saber es vivir. Porque el vivir se basa en la experiencia y no en la teoría.

Y tu negocio también debería basarse en ella.